domingo, 26 de abril de 2009

Desde el silencio


El sonido que produce mi viejo teclado IBM, el cual poco a poco termina invadiendo este pequeño rincón en el cual me encuentro, es lo más parecido a la felicidad por estos días. Es extraño, pero a pesar de que mi voz cada vez se quebranta más en el intento vano de hacer callar a la turba de mocosos que solo parecieran hacer caso cuando les cuento alguna de mis historias macabras, está como inquieta, quizás sabiendo que el día viernes volverá a confundirse con otras voces familiares.
Por estos días en los que he estado totalmente desconectado, entre los restos de un amor que se lo llevó el carajo y el descubrimiento de encontrarme la primera novela de Vargas Llosa que no me ha gustado, decidí recuperar viejos recuerdos, como por ejemplo el hecho de volver a garabatear poesía, o mejor dicho de parafrasear fantasmas o muertos que hablan a través de mi boca (Gracias Bajtin). Sin embargo, uno de esos recuerdos recuperados fue volver a ver los 6 episodios de Star Wars, en el orden de su diégesis.
Recordé el por qué nunca me llegó a gustar el episodio I, el por qué Yoda se parecía más a un muñeco de peluche, y el hecho de por qué Padme estaba recontra buenota, casi tanto como Carrie Fisher en el episodio VI, o el por qué todas las películas y series ambientadas en el espacio, le dan sonido a los rayos de protones o a las torretas de rayos láser, cuando en el universo todo es silencio, pues no existe aire. Aquellos 6 episodios trajeron aquellas tardes de sábado en las cuales deseaba tener un sable láser para salir y cortar a pedacitos a varios abusivos que nos echaban de la losa de fulbito, o aquella otra tarde de sábado menos remota, en la que descubrí lo difícil que era hacer feliz a una persona.
Sin embargo los días siguen pasando, tan a prisa, que no me sorprendería descubrir que un pestañeo trajera consigo 7 meses. 7 meses en los cuales uno volverá a intentar convencerse de que la tesis ya viene, de que este año sale el libro de cuentos, de que termina la novela.
En fin. Tal vez tan solo percatarnos de que ahora que el tiempo ha pasado y los años son las malas noticias que nos llegan a través del espejo.

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