lunes, 1 de diciembre de 2008

Volveré a dar temor, y el miedo será mi hogar



Que se puede hacer cuando el insomnio nos ataca, y la madrugada esta a punto de irse. Escribir seria una buena opción si es que no fuera tan difícil y hasta cierto punto tortuoso hacerlo. Las tareas de la universidad también son una buena opción, pero a estas horas de la noche la universidad es en lo último en lo que se piensa, a pesar de que hay que presentar un trabajo dentro de 48 horas. Quizás llamar por teléfono, pero quien diablos está despierto a estas horas. Por lo que la única opción que me queda, y quizás la única disponible para este animal de mirada estrecha, es la de oír uno de los tantos discos bajados, y que aún no escucho, mientras posteo algo, en un intento desesperado por llenar, al menos, una hoja en blanco.
5:30 de la mañana. Un concierto en un lugar inubicable, sin títulos, pero se pueden reconocer alguna canción del disco Say no more, y en donde Alberto Cortes se molesta al ser comparado con un Dogo, (pero si ambos son argentinos, y orgullo de esa nación) y en donde Maria Gabriela Epumer canta, gracias a Dios, más de lo que usualmente solía cantar en los conciertos de Charly, llegando incluso a cantar la mitad de San Francisco y el lobo, un material inédito, dicho de paso, pero sobre todo porque aún soy capaz de emocionarme al oír aquella voz.
Ya es tarde, y una vez más, acabo de encontrar en la música, un buen motivo para volver a interesarme en la humanidad.

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